LOS BIENAVENTURADOS NO VAN AL CIELO


 

Este lugar es maravilloso, es sorprendente la excentricidad con la que fue adornado.

Bellas fuentes, una exquisita música envuelve el ambiente, tornándolo todo con majestuosidad.

Siento que estoy en el mismísimo paraíso; a mis alrededores yacen caballeros armados, cubiertos con brillantes armaduras.

 No hay palabras para describir este lugar al que todos llaman infierno, donde las personas que pasaron su vida haciendo lo que ellos quisieran, vienen aquí a sufrir por sus actos supuestamente incorrectos.

Recuerdo cuando estaba en el patético mundo terrenal, lleno de personas insignificantes, pedantes, incomprensibles e incompetentes.

Corrí la horrorosa fortuna de que mis padres fueran pastores de su iglesia.

Ellos me obligaban a hacer justamente lo que detestaba. No fue hasta que los enfrenté y me liberaron de su yugo.

Por fin pude dedicarme a lo que quisiera, , fue así como conseguí amigos, un tanto peculiares al igual que yo. Teníamos mucho en común, por eso encajamos perfectamente. Durante días hicimos locuras, travesuras de niños. Pero fue poco a poco incrementando el deseo de hacer más. La curiosidad era colosal, adolescentes ingenuos en busca de problemas, eso éramos. Caímos en el embrujo de la ouija, hacíamos contacto con ciertos demonios. No fue hasta que decidimos subir de nivel.

 

Rituales, muchos de ellos hicimos, en busca del altísimo oscuro.

Pasaron días, ninguna respuesta. No fue hasta que por fin logramos contactar con nuestro adorado, cuando

mis padres nos descubrieron haciendo invocaciones en mi recamara y no dudaron ni un minuto en enviarme al manicomio donde me atendieron de inmediato con medicación y electrochoques en mi cabeza.

Y así pasaron dos años, solo tortura y nada más.

Al salir de allí, me reuní con mis hermanos a hablar de nuevo con Satanás y él nos ordenó que hiciéramos justicia y acabáramos con todos aquellos que nos hicieron alguna vez cualquier tipo de daño.

Al día siguiente, me levanté de la cama temprano, me vestí y me armé para la venganza.

Nos reunimos en mi casa.

Primero nos deshicimos de mis padres, sorprendiéndoles por la espalda. Al jalar del gatillo sentí mi libertad, no más presión, ni abusos, nada, era libre. En pocas palabras, sentí placer por haberlo hecho y estaba feliz.

Recorrimos la ciudad en busca de saciar nuestra sed de sangre y venganza. Y si que encontramos sangre a tal punto que al caminar dejábamos huellas de líquido espeso carmesí.

Acabamos con los que pudimos, los hicimos pedazos, la diversión hubiese durado mas ya que las municiones no dieron abasto.

Después de la ducha sanguínea, volvimos nuevamente a nuestra guarida, donde la policía nos aguardaba.

Huimos de inmediato, pero para nuestra mala suerte, nos persiguieron.

Fueron intensos minutos de persecución, pero lograron rodearnos, nos apuntaban. Sin alternativa de evadir a lo que llamaban justicia, no quedaba más opción que entregarnos, eso creyeron.

Sacamos el cuchillo que llevábamos oculto en nuestra pierna, lo empuñamos, y lo clavamos en nuestro pecho hasta perforar el corazón.

Experimenté un agudo dolor, pero no tuvimos alternativa.

Después de agonizar, caí por un inmenso abismo. Aterricé de cara en una roca, al levantarme y observar lo que me rodeaba, entendí que estaba en mi hogar, el infierno.

Estoy con mis hermanos y mi padre, algo que siempre soñé.

Hacemos del infierno el mejor lugar para vivir después de morir.